11 abr 2015

El diseño construye la identidad de la ciudad

La Barcelona del diseño
Viviana Narotzky
Santa & Cole, 2007

A principios de los años 80, en Barcelona, una pregunta planeaba sobre las barras de los bares que nunca cerraban: "¿estudias o diseñas?" era la cuestión. En el viaje hacia la democracia, la ciudad se labraba una imagen de modernidad impregnando de "diseño" todos los ámbitos posibles: desde el mobiliario urbano hasta las aceiteras de los restaurantes. | In the early 80s, in Barcelona, a question was hovering over the bars of the pubs that never closed: "study or design?" was the question. On the journey towards democracy, an image of modernity was created for the city, impregnating "design" over all possible fields: from urban furniture to the oilers of the restaurants.





El libro de Viviana Narotzky describe el momento y traza una genealogía que nos permite entender el fenómeno en toda su complejidad. La Barcelona del diseño, en realidad, son muchos libros. Los lectores interesados en la historia del diseño encuentran una retrospectiva de cómo se desarrolló la disciplina en nuestro país, y también un interesante cuestionamiento de su historiografía. ¿Quién ha confeccionado esa narración? ¿Voces independientes o personas que son "arte y parte"? ¿Cómo ha podido influir eso en la historia?

Aunque quizá no lo recordemos, hubo un tiempo en que Ikea no existía. Los barceloneses se inspiraban visitando tiendas como Vinçon o Pilma. Narotzky resume la trayectoria de ambas: la primera pasó de establecimiento especializado en porcelanas alemanas a sancta sanctorum de las piezas de diseño en pleno Passeig de Gràcia; la segunda transitó de pequeña fábrica a tienda selecta a partir de un local junto a la plaza Espanya que aun conserva. El libro nos hace ver que las tiendas evolucionaron no solo en los objetos que ofrecían sino en también en sus escenografías. Al igual que los retablos góticos educaban sobre historia sagrada, estos comercios acercaron al público objetos y formas de presentación diferentes, haciendo válido el pensamiento de Andy Warhol según el cual todos los grandes almacenes se convertirán un día en museos y todos los museos, en grandes almacenes.

Quien, desde la sociología o la política, busque entender el proceso de creación de la identidad barcelonesa e incluso catalana en las últimas décadas encontrará en La Barcelona del diseño una pista más. Desde la década de 1970, frente al tradicionalismo franquista, el diseño se asoció a valores de modernidad o eficiencia; ya en etapa democrática, se institucionalizaron y mediatizaron esas producciones culturales. Se lanzó una búsqueda de rasgos identitarios comunes entre los diseñadores y se les llevó al centro del panorama cultural. Fueron parte del capital simbólico que construía la Marca Barcelona.

Además, el discurso político apoyó y promovió la transformación de Barcelona en los primeros años 80, y en ella el diseño y la arquitectura tuvieron un papel importante: nuevo mobiliario urbano, plazas con elementos creados ex profeso, instalación de piezas de arte urbano en zonas no centrales de la ciudad. El diseño llegaba a todos los ciudadanos, aunque con recepciones desiguales, como la decepción vecinal con la multipremiada Plaça dels Països Catalans.

Ahora, con un Museo del Diseño recién inaugurado, podría escribirse un nuevo epílogo a La Barcelona del diseño. Se comienza a abordar ese dorado pasado reciente con miradas más racionales que superan la nostalgia y nos ayudan a entender el contexto actual, donde se ha pasado de "ciudad del diseño" a "ciudad del turismo" y se cuestiona ya el éxito del tramo final de la llamada Marca Barcelona.

¿Será que el diseño ha quedado relegado a bien de consumo para visitantes, ya sea en forma de objetos o de museo? ¿Será que la propia ciudad se ha convertido en elemento de consumo para las hordas de cruceristas?

Isabel Aparici