20 jul 2015

La breve historia del High Tech

High Tech Architecture
Colin Davies
Thames and Hudson, 1988

Entre la sorprendentemente escasa bibliografía específica (y de calidad) dedicada al fenómeno High Tech destaca esta interesante compilación de Colin Davies, publicada en 1988. Aunque es un tipo de arquitectura de culto para incondicionales, y pueda ser vista ahora con un cierto aire viejuno, vale la pena repasar los logros a los que se llegó con esta tendencia. |  Among the surprisingly little literature devoted to the  High Tech phenomenon highlights this interesting compilation by Colin Davies, published in 1988. Although it is a kind of cult architecture for adoring fans, and can be seen now with some antique feel, it is worth reviewing the achievements that were reached with this trend.





Si hay algo realmente interesante en esta publicación es el breve ensayo de introducción de Davies. En él, el autor repasa el concepto, la historia y las implicaciones de la arquitectura High Tech de una manera sumamente acertada en apenas 16 páginas. Por otra parte, su planteamiento es conscientemente anglocéntrico, mostrando especial atención por las cuatro figuras británticas principales: Richard Rogers, Norman Foster, Nicholas Grimshaw y Michael Hopkins. La perspectiva es excesivamente acotada, pero la reflexión que subyace es fácilmente extrapolable a otros contextos.

De una manera resumida, la arquitectura High Tech se caracteriza por el uso de metal y vidrio, adheridos pretendidamente a un estricto código de honestidad en la expresión, por la encarnación de ideas sobre producción industrial, haciendo uso de industrias externas a la propia industria de la construcción (tanto como recurso tecnológico como fuente de imaginario), y por el planteamiento prioritario de la flexibilidad en el uso.

El debate fundamental que se plantea, y en el que coincide con la mayoría de teóricos que han abordado el tema, es la relación que se produce aquí entre función y representación, ese delicado equilibrio entre técnica y estilo. El planteamiento de una producción industrializada de componentes, la exposición exhibicionista de los avances técnicos, y la dudosa relación del High Tech con la ciudad son argumentos que se cruzan a favor y en contra de esta tendencia.

Si a menudo se habla de la muerte de la arquitectura moderna el 15 de julio de 1972, con la voladura de las viviendas Pruitt-Igoe, también se ha puesto fecha a la muerte de la arquitectura High Tech: el 28 de enero de 1986, con la explosión del transbordador Challenger frente a millones de espectadores. La causa de la tragedia, hoy lo sabemos, fue el fallo de la junta de neopreno, el débil paradigma de los excesos de la alta tecnología.

David H. Falagán